martes, 30 de junio de 2015

Hay un tiempo para todo

Salomón, hijo del rey David, fue el tercer y último monarca del reino unido de Israel, antes de la división del territorio israelita en los reinos de Judá e Israel, en el siglo XI antes de Cristo. Gobernó durante cuatro décadas con las duras leyes de Javhé, pero al final de su vida abrazó a otros dioses. De él es esta reflexión, escrita hace unos tres mil años.
 
 
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;
un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.
 
 Libro de Eclesiástico, 3, 1-11

lunes, 29 de junio de 2015

Lágrimas en la lluvia (Rosa Montero)



Acabo de leer este libro que forma parte de la trilogía de Rosa Montero, cuya protagonista es la detective replicante Bruna Husky. Lo compré el mismo día que Look se fue para siempre y al que dediqué unas palabras detrás de la portada. El título del libro hace referencia al reconocido monólogo que dice el replicante al final de la película Blade Runner, basado en el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick. 

Dejo un extracto del libro por si alguno se anima a leerlo. Precisamente una parte donde se hace referencia a la película de Ridley Scott y protagonizada por Harrison Ford. Por cierto que la historia tiene lugar en Madrid, año 2109.
 

  




"Empezó a llover. El cielo era un cambiante remolino de ennegrecidas nubes y las gotas golpeaban el cristal de la ventana. Un día, Yiannis le había mostrado a Bruna la vieja y mítica película del siglo XX en donde se hablaba por primera vez de los replicantes. Se titulaba Blade Runner. Era una obra extraña y bienintencionada hacia los reps, aunque le resultó algo irritante: los androides tenían poco que ver con la realidad y, por lo general, eran más bien estúpidos, esquemáticos, aniñados y violentos. Por no mencionar a una tecno rubia que daba volteretas como una muñeca articulada. Aún así, en la película había algo profundamente conmovedor. Bruna se había aprendido de memoria el parlamento que decía el rep protagonista antes de fallecer, en la lluviosa azotea: "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir." Y entonces inclinaba la cabeza y moría tan fácilmente. Tan fácilmente. Como un aparato eléctrico que alguien desenchufaba. Sin sufrir el tormento del TTT (Tumor Total Tecno). Pero sus poderosas palabras reflejaban maravillosamente la inconsistencia de la vida... De esa sutil y hermosa nimiedad que el tiempo deshacía sin dejar huella. Inclinaba la cabeza el rep de Blade Runner y moría, mientras la lluvia resbalaba por sus mejillas ocultando quizá sus últimas lágrimas."





martes, 23 de junio de 2015

Continúa la competición

El hecho de que mi hermano haya estado en la Universidad, me ayudó a sobrepasarle en el logro de trofeos de los juegos de la PS3 y de la PSVita. Una vez logré el primer platino, cuando Carlos estaba a punto de conseguir su cuarto, fue el punto de inflexión en la gran remontada. En estos momentos él tiene 12 y yo 14. Tengo que aprovechar ahora que se ha ido a trabajar al chiringuito de Cadaqués todo el verano. Pero me temo que tendré distracciones muy pronto en casa.
 

 



Desde agosto del 2.013 voy por delante de él en número de trofeos conseguidos, alcanzando una diferencia entre ambos de 389 trofeos en febrero y marzo de este año. Ahora mismo la diferencia es de 324 trofeos.

ALBERTO:
1.793 trofeos (14 platinos + 83 oros + 345 platas + 1.351 bronces)

CARLOS:
1.469 trofeos (12 platinos + 68 oros + 268 platas + 1.121 bronces)




 

Avances en el tratamiento de la Diabetes

¿Adiós a las dolorosas inyecciones de insulina? Ese es un posible escenario si se confirma la eficacia del primer parche de insulina inteligente que han desarrollado investigadores de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.). El parche puede detectar los incrementos en los niveles de azúcar en sangre y, si es necesario, administrar las dosis de insulina necesarias en el torrente sanguíneo.
Del tamaño de una moneda pero cuadrado, el parche tiene más de un centenar de agujas diminutas. Estas «microagujas», casi tan grandes como una pestaña, contiene microscópicos habitáculos que almacenan la insulina y las enzimas que detectan la glucosa y, cuando los niveles de azúcar en la sangre son demasiado altos, liberan la cantidad de insulina necesaria.
 
El nuevo parche ya ha demostrado su eficacia en animales: tal y como se publica en la revista «PNAS», su uso redujo la glucosa en sangre en un modelo de ratón de diabetes tipo 1 durante de nueve horas. Y aunque se necesitarán más pruebas preclínicas y ensayos clínicos en humanos antes de que el parche se pueda administrar a los pacientes, el enfoque resulta prometedor.
 
 
 

Biocompatibles


«Hemos diseñado un parche para la diabetes que trabaja rápido, es fácil de usar, y está hecho de materiales no tóxicos y biocompatibles», subraya Zhen Gu, de la Universidad de Carolina del Norte. Y añade: «Todo el sistema se puede personalizar para tener en cuenta el peso de la persona diabética y la sensibilidad a la insulina, así que podríamos hacer al parche todavía más inteligente».
La diabetes afecta a más de 387 millones de personas en todo el mundo y se espera que ese número aumente a 592 millones para el año 2035. Los pacientes con diabetes tipo 1 y diabetes tipo 2 avanzada tratan de mantener sus niveles de azúcar en la sangre mediante el control de su glucosa en sangre y el uso de inyecciones de insulina, un proceso que es doloroso e impreciso. Y, como apunta John Buse, «la administración de la cantidad incorrecta de la medicación puede llevar a complicaciones como la ceguera y amputaciones de las extremidades, o incluso consecuencias más desastrosas como comas el coma diabético o la muerte».
Una de las opciones para evitar los posibles errores humano son los «sistemas de circuito cerrado» que se conectan directamente a los dispositivos que hacen un seguimiento de azúcar en la sangre y administran la insulina. Sin embargo, las bombas de insulina necesitan sensores y bombas mecánicas, con catéteres con punta de aguja que tienen que ser ubicados debajo de la piel y se sustituyen cada pocos días.
 

Células beta

En lugar de inventar otro sistema completamente artificial, los investigadores decidieron emular a los generadores de insulina natural del cuerpo, es decir, a las células beta. Estas células fabrican y almacenan la insulina en pequeños sacos llamados vesículas, y también actúan como sensores de glucosa. «Hemos construido vesículas artificiales para realizar estas mismas funciones mediante el uso de dos materiales que podrían biocompatibles», explica el primer autor Jiching Yu. Los materiales son el ácido hialurónico o HA y 2-nitroimidazol o NI. Los investigadores combinaron ambos para crear una nueva molécula.
«La parte más difícil en el manejo de la diabetes no son las inyecciones de insulina, los controles de azúcar en la sangre, o la dieta, pero el hecho de que haya que hacerlo varias veces al día todos los días afecta la calidad de vida», señala Buse. «Si podemos hacer que estos parches sean eficaces en personas, habremos dado un gran paso». Su objetivo final es el desarrollo de un parche de insulina inteligente que los pacientes sólo tendrían que cambiar cada pocos días.
 

lunes, 22 de junio de 2015

86,42 % ... Loading... Lucas.

Lucas. Semana 35. Doscientos cuarenta y dos días han pasado desde la fecha de la última menstruación de la madre, corregida por los médicos (23 octubre 2014), con el objetivo de afinar la edad gestacional del bebé para los controles de las medidas anatómicas y estimación de peso que se realizan cada dos semanas.
 
El embarazo se nos hace largo a todos. A los futuros abuelos y tíos, así como a nosotros, sus papá y mamá. Por muchos motivos. Principalmente, porque estamos todos de estreno. Nos estrenamos en este nuevo rol familiar. Es el primer hijo, primer nieto, primer sobrino. Largo porque el embarazo tiene una duración de diez meses lunares, es decir, 10 meses de 28 días; o lo que es lo mismo, nueve meses y una semana. Se hace pesado porque Lucas cada vez ocupa más espacio y porque llevamos casi dos meses de insufrible calor.
 
Quedan 38 días para la fecha prevista del parto, que se estima para el día 30 de julio.
 
Ya lo tenemos todo bien preparado para cuando esté con nosotros. Su cuarto está listo para entrar a vivir. Dispone de un montón de ropita, su armario y cómoda con cambiador, su moisés y cuna, la decoración de la habitación, la mochila y el cochecito para salir a pasear, el Maxicosi para viajar en nuestro coche, la bañera y los utensilios para el aseo personal, los primeros pañales...
 
Sólo nos faltas tú, Lucas.

jueves, 18 de junio de 2015

Se acerca el Invierno...

Y es que a pesar de que ya nos estemos acercando al solsticio de verano, que da inicio a esa estación del año, la verdad es que el calor se ha adelantado sobremanera desde el pasado mes de mayo. Los días son más largos y luminosos, y ello invita a disfrutar más de la vida. Una vida que va pasando lentamente, pero sin pausa, y que siempre sorprende para bien o golpea fuertemente para que no te duermas en los laureles.
 
El viernes día 12 de junio operaron a mi padre por un problema cardíaco, después de estar ingresado durante una semana para tenerlo controlado y evitar complicaciones de salud. La operación, aunque complicada y extensa en el tiempo, resultó un éxito ya que consiguieron repararle el daño sin tener que recurrir a la tecnología mecánica, que tantas vidas puede salvar en ocasiones y volverse traicionera en otras tantas. Pasó varios días en la Unidad de Cuidados Intensivos especial para recién operados de cardiología y todo ha evolucionado favorablemente, encontrándose él mismo muy contento por cómo se había solventado el problema y con ánimos para continuar con una vida normal. Desde el lunes se encuentra en planta y, si todo continúa igual, es probable que le den el alta médica a finales de esta semana.
 
El mismo viernes día 12, mientras mi padre era intervenido quirúrgicamente en el Hospital de Can Ruti, y yo esperaba pacientemente en la sala de espera hasta que nos viniesen a buscar para informarnos de cómo se encontraba y poderle ver, tuve que marchar de urgencia para llevar a Regina al hospital de Sabadell por un intenso y constante dolor en un costado, que le hacía imposible beber ni comer nada, ya que le causaba aún más daño, causándole el vómito. Estuvimos toda la tarde en un box, sin poderle medicar por el embarazo más allá de un paracetamol y alguna bolsa de agua caliente para calmar los síntomas. Al final acabó ingresando y fue medicada con morfina, paracetamol y suero, mientras iban controlando que la situación del bebé fuera estable. Continuó ingresada hasta la tarde del martes.
 
Así que simultáneamente tenía a dos personas esenciales en mi vida en situaciones muy diferentes, claro, pero ambas con un comprometido estado de salud. Por un lado mi padre, que había sido operado a corazón abierto, y que no pude verlo hasta el día siguiente a la operación, cuando abrieron las puertas de la UCI a las 8:15 de la mañana del sábado 13 de junio, y que sólo podía visitarlo a ciertas horas del día. Por otro lado, Regina, que sufría un cólico renal que le impedía alimentarse y que de continuar durante más tiempo podía, además de perjudicarle a ella misma, provocar algún tipo de problema de nutrición al bebé, que ya de por sí le costaba coger peso.
 
Así que pasé desde el jueves día 11, el día previo a la operación de mi padre, hasta el mismo lunes día 15 de junio (festivo por ser patrón de los paletas), haciendo ruta de hospitales, estando presente todo lo posible para ver por mi mismo que todo iba evolucionando favorablemente, siempre que las pruebas que realizaban a Regina, los horarios estrictos de visitas de mi padre y mi propia fatiga, provocada por escasas horas de sueño, nervios constantes por cómo iría todo y traslados entre hospitales, me lo permitían.

Uno no es Dios, porque dicen que Dios solo hay uno y creo que entró por enchufe.
 

Gracias, Look.

Mis días de adolescencia iban quedando irremediablemente atrás. Había concluido de forma sobresaliente mi etapa de estudiante de Bachillerato y aprobado notablemente las pruebas de selectividad de acceso a la universidad. Disfrutaba de un merecido descanso veraniego cuando los primeros días de agosto del año 2.000 -mi madre, Carlos y yo- fuimos a visitar a la perrita de una conocida que había dado a luz, unos pocos días antes, a una camada de cachorros. Una semana más tarde, volvimos a verlos con la intención de quedarnos a uno de ellos.
 
Recuerdo que golpeé el suelo con las puntas de los dedos corazón e índice de la mano derecha, y al instante una bolita negra, torpe y peluda, se abría paso por encima de sus hermanos para explorar de dónde venía aquel extraño ruido. Fue entonces cuando lo tomé por primera vez en brazos y entró a formar parte de nuestras vidas.
 
Por aquel entonces, mi madre tenía 42 años, Carlos tan solo 12 y yo aún era menor de edad, 17 años. Acababa de entrar en casa un peluche regordete, explorador, travieso y juguetón. Le llamamos Look, que significa 'imagen' y 'mirar', porque todo lo imitaba, porque todo le llamaba la atención y porque no había nada que le pudieras ocultar sin que lo acabara encontrando.
 
Las primeras semanas era todo un bichillo. Cuando mi madre pasaba la fregona, se agarraba a ella fuertemente con los dientes y no la soltaba aún cuando era arrastrado por el suelo como si fuera parte de la misma. Cogió la costumbre de tragarse los calcetines de media de mi madre o los pañuelos de papel que utilizaba para sonarme la nariz. Le encantaba desayunar leche con madalenas y el paté de 'La Piara' y el jamón york eran su perdición. Dormía bajo la cama de mi habitación, donde también se escondía cuando tenía miedo de las tormentas o los petardos y cuando jugábamos a encontrarlo y entrábamos en la habitación llamándole y se quedaba quieto y callado sin hacer ruido, hasta que salía corriendo cuando veía que nos marchábamos de la habitación.
 
Un día que volvimos a casa, vimos que se había roto una botella de Bailys en el suelo y que Look, que aún era poco más que un bebé, con las patas cortas y cuerpo regordete, se había bebido gran parte del contenido y andaba por el pasillo de lado a lado, golpeándose con las paredes, mareado por el efecto del licor. Estuvo algún día con diarrea, pero se aficionó de qué manera al Bailys porque siempre que le ofrecías un dedo impregnado de esa crema se volvía loco en rechupetearlo.
 
Fue creciendo y tuvo que cambiar de refugio. Lo halló debajo del escritorio de mi habitación, donde colocamos una colchoneta y esa fue su caseta durante muchos años. Cuando me marché de casa por estudios y, posteriormente, por trabajo, Look siguió guardándome el sitio, pasando gran parte del tiempo con mi madre por el resto de la casa y refugiándose en su 'caseta' para descansar. Aquella era su habitación, tanto o más que la mía.
 
Dormimos muchas noches juntos, compartiendo cama, incluso cuando ya estaba en ella Regina. Cada vez el 'gordo' ocupaba más espacio, se agenciaba la almohada y se tapaba con las sabanas, estirado todo lo largo que era. Se volvía loco cuando mi hermano o yo llegábamos a casa después de clase y recorría la casa entera corriendo como un poseso, con las orejas para atrás, derrapando en las esquinas y saltando en la cama o en los sofás para poder frenar. Le encantaba montarse en coche, ir de viaje con las ventanillas bajadas.
 
Fue un adolescente con mucha energía, vitalidad, cariñoso, mimoso y tremendamente fiel. Bastante sinvergüenza, también. Se las sabía todas para salirse con la suya y que acabásemos dándole la chuche que le apetecía o que cenásemos cuando ya era la hora aunque no tuviéramos hambre. Nos cuidó y mimó sin descanso. Era feliz cuando lo éramos nosotros y nos mimaba cuando pasábamos por malos momentos. Fue el mejor perro que nunca pudiéramos desear. Nos hizo la vida más fácil en muchos aspectos, actuando como válvula de escape en muchas ocasiones, y el amor que el nos dio fue infinito hasta el último segundo de su vida.
 
Nos lamía los brazos, las manos, las piernas y la cara como si no existiera un mañana. Agradecía de esa misma manera cuando mi madre le curaba las heridas y cuando le aliviaba los dolores. Veías que se quedaba mirándote a los ojos y te lamía y sabías que te estaba agradeciendo que le cuidaras. No pudimos darle suficiente entre los tres, a todo lo que él nos dio a cada uno de nosotros. Fue nuestro bebé, nuestro hijo, nuestro hermano, nuestro amigo.
 
Hemos compartido con él 15 años de nuestras vidas. Hemos crecido y cambiado con él. Ahora mi madre tiene 57 años, mi hermano 27 y yo he llegado a los 32 años. El martes 16 de junio me despedí de él, lo abracé y besé. Cuando bajaba las escaleras de casa, me di cuenta de que no iba a volver a verlo nunca más y me derrumbé. Estos últimos años hemos compartido muchos menos momentos juntos, pero ha sido muchísimo lo que hemos vivido con él estos quince años. Lo quise, lo quiero y lo querré siempre. Me lo ha dado todo. 
 
El miércoles 17 de junio sobre las 12:20 horas de la mañana, se fue para siempre. Se quedó dormido para descansar de una vida larga, buena y feliz.
 
Hace unos días leí una noticia en la web que explicaba que un niño llamado Luke Westbrook, de tres años, de Norfolk, Virginia, perdió a su perro, Moe al que lo unía una gran amistad. Su madre pensó en una idea para sobrellevar la pérdida de la mascota. El pequeño le escribiría una carta al "cielo de los perritos", algo que hicieron y para su sorpresa varios días después recibieron una respuesta a nombre del can, contando que estaba jugando todo el día.
 
El beagle de la familia Westbrook murió con 13 años el pasado mes de abril dejando una gran tristeza en la familia, pero sobre todo al pequeño Luke. El niño le dictó la carta a Moe y su madre la escribió, la puso en el buzón con la idea de recogerla después a espaldas del pequeño, pero lo olvidó. Varios días después Luke y su madre recibieron una respuesta.
 
"Estoy en el cielo de los perritos. Juego todo el día. Estoy feliz. Gracias por ser mi amigo. Te quiero mucho", decía la supuesta carta de su mascota.
 
En el remite se leía: Cielo de los perritos, nube 1.
 
La madre contó la historia a los medios y uno se encargó de investigar quién estaba detrás. Descubrió que una empleada de Correos decidió contestarle por la emoción que le había causado la carta del pequeño.
 
Ahora yo me siento como ese niño de tres años. Lo echo ya mucho de menos y siempre estará presente en mi vida. Con el nacimiento de mi hijo Lucas, volverá seguro una parte de él a nuestras vidas. El nombre de ambos tiene mucho de parecido, por lo que no se nos olvidará jamás.
 
Gracias por la vida que nos has dado. Siempre serás mi hermano y mi amigo. Descansa por siempre. Te quiero Looky...