La vida es una constante cuenta atrás. Los afortunados creen que llegaron al mundo con una barra de pan bajo el brazo, o eso se dice. Pero para todos, la realidad es la misma. Todos llegamos a este mundo con un reloj biológico, quién sabe si predefinido o no, y el tiempo va disminuyendo desde el momento en que nacemos. Ese pudiera ser el motivo por el que nuestro acto reflejo tras arrancarnos del útero sea el llanto. Aunque para los recientes padres sea motivo de alivio escuchar ese berrido.
El reloj de arena gira de repente y empiezan a caer los primeros granos de arena, los primeros minutos de una vida que jamás volveremos a tener. El presente no existe. Vivimos constantemente del momento pasado, ya vivido, y pensando en lo que ha de venir. Nuestra mirada al futuro es una sucesión de cuentas regresivas. Primero son nuestros padres los que son conscientes de nuestras primeras "cuentas atrás". Esperan el momento en el que empezamos a hablar, a gatear, a andar, a ir a la guardería, comenzar el colegio, hacer la comunión, iniciar el curso y acabarlo.
Con los años, nos hacemos dueños de esa espera y deseamos o intentamos evitar, según el caso, que lleguen esos momentos futuros, contando el tiempo que falta para vivirlos: la llegada de las vacaciones, la vuelta al cole, el final del instituto, el comienzo de la universidad, el primer beso, la primera menstruación. Todos vivimos de los recuerdos del pasado y de la espera de un futuro relativamente cercano. Cuando el reloj de arena llegue a su fin, no volverá a girar para iniciar una nueva cuenta atrás. Al menos, no para nosotros mismos. Pero de esa espera no somos conscientes hasta que no padecemos una grave y terminal enfermedad o somos tan ancianos que los primeros recuerdos quedan muy lejos y el futuro inmediato nos deja de importar.
Vivimos contando los días que quedan para que llegue un día festivo, para irnos de viaje, para festejar una boda. Son objetivos a corto plazo que empañan la realidad de una vida demasiado corta para vivirla sin más. No podemos esperar a que lleguen esos días, porque una vez que pasan, ya es pasado y perdemos una oportunidad de oro para disfrutar de cada instante de nuestra vida.
A pesar de ello, tengo otra cuenta atrás en mi vida y, en ésta, quiero degustar al máximo cada granito de arena.
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