Hoy es día 25 de abril. Lo remarco porque a estas horas, dentro de tres meses, nos estaremos preparando frente al espejo, hechos un manojo de nervios ante la que se nos viene encima en apenas tres horas. Esperando con entusiasmo que llegue por fin el momento, mientras con el rabillo del ojo miramos el reloj deseando que no avance el tiempo tan rápido. ¡Qué poco nos gusta ser protagonistas de nada... y, sin embargo, nos hemos empeñado en serlo! Ese día llegará casi sin darnos cuenta, y no tenemos la menor duda de que, a pesar de ello, como mínimo, ¡lo pasaremos en grande!.
Pero este día 25 de abril no es especial por ello. Es el día en que mi hermano menor se ha sometido a una intervención para corregir por láser los defectos de visión de sus ya adultos ojos. Algunos pueden calificarlo de una operación estética, pero para los que hemos pasado por ello, lo clasificamos como una operación vital. Los resultados y beneficios de esa pequeña -pero costosa- intervención, dan vida. Permiten disfrutar de lo cotidiano y de experimentar lo nuevo, de una manera totalmente distinta a cómo lo hemos hecho hasta el momento.
Mi hermano, aquél niño que viajaba en el coche incapaz de distinguir las nubes en el cielo o de ver surcar por él, un avión a baja altura; la cual cosa me desesperaba y acababa casi siempre llevándose una colleja en la cabeza: "¡A ver, tonto, ya no lo vas a ver por más que mires...! ¡ya ha pasado!... ¡zas!".
Ha necesitado de sus gafas para absolutamente todo en la vida, hasta hoy. Mi madre tenía que comprar la sombrilla con los colores más vivos que hubiera en el mercado para que cuando él volviera de darse un baño en el mar, pudiera localizarla fácilmente. Bueno, eso pensábamos, porque más de una vez lo veíamos correr en dirección a otra sombrilla totalmente distinta pero de colores similares.
Tardará en dejar de buscar con la mano, aún con los ojos cerrados, recién despierto en la cama, las gafas sobre la mesita de noche, que es lo primero que hacía cada mañana. Aún se llevará el dedo índice al puente de unas gafas que serán invisibles por ser inexistentes, como el gesto de llevarse la mano al bolsillo de la camisa de un ex-fumador. Pero en cambio, podrá disfrutar de un día sin complejos en un parque acuático, ponerse unas gafas de buceo y ver el fondo del mar, lucir unas bonitas gafas de sol sin graduar y apoyar la cabeza entre los cojines del sofá, sin miedo a quedarse dormido y torcer las gafas.
Deseo de corazón que no haya complicaciones y que disfrutes de una vida que te parecerá totalmente distinta, por novedosa. Que pronto puedas leer estas pocas líneas dedicadas a ti y que te alegre algo más el día. ¡Bienvenido al club de los ex-cegatos! Te quiero, hermano...